sábado, 30 de abril de 2011

La biblioteca de un caballero


Haciendo caso omiso de su notoria homosexualidad, y con el fin de hacerse con unos volúmenes que le resultarían sumamente costosos por otros medios, el señor Richard Heber, ilustre bibliómano, cometió la osadía de pedir en matrimonio a una reputada coleccionista de libros que, gentilmente, rechazó su petición.
Nuestro admirado Richard legó a la posteridad una envidiable biblioteca, ponderada en su tiempo por Sir Walter Scott y compuesta por doscientos mil volúmenes, amén de algunas controvertidas opiniones sobre el noble arte del coleccionismo. Consideraba, entre otras lindezas, que ningún caballero puede obrar cómodamente sin tres ejemplares de un mismo libro: uno debe poseerlo para mostrarlo, y lo conservará en su casa de campo; otro queda reservado para su propio uso y consulta; y a menos que se incline a compartirlo, lo que resulta muy inconveniente, porque correría el riesgo de deteriorarse, debe poseer una tercera copia al servicio de sus amigos.
No ignoramos que la época que nos ha tocado vivir recurre al término amistad con excesiva ligereza: ¿acaso alguien prestaría sus preciados libros, adquiridos a costa de tantos sacrificios y riñas domésticas, a quien a pesar de los años transcurridos no deja de ser un simple conocido? Por ello, y ante la ausencia de una casa de campo que complemente nuestra humilde vivienda, nos conformamos con una solitaria copia de cada libro en nuestra biblioteca, que sigue aspirando a la cifra que Samuel Pepys consideraba la ideal para un caballero: tres mil volúmenes; ni uno más, ni uno menos.
 
Creative Commons License
ARTE DE LA FUGA by j. a. sánchez lorenzo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.