martes, 20 de octubre de 2009

El anillo de Pushkin

Lo cuenta J.E. Zúñiga en su particular homenaje a la literatura rusa titulado, precisamente, ‘El anillo de Pushkin’. El poeta Pushkin recibió un anillo de la bella polaca Elisa Vorontsova tras una larga noche apasionada. El anillo pertenecía a su marido el gobernador de Odessa y contenía en su sello una leyenda escrita en hebreo. Cuando la bella Elisa era ya sólo un grato recuerdo para Pushkin él conservó el anillo y lo mostraba orgulloso a sus amistades presumiendo de sus presuntos poderes protectores. El día de su muerte, al recibir el disparo de pistola del militar francés Georges D’Anthés, a quien había retado en duelo, la mano de Pushkin tapó instintivamente el boquete abierto por la bala y la sangre apagó por un instante el destello del anillo. Su amigo Yukovski presenció la agonía del poeta y, junto a sus últimas voluntades, recibió el anillo en herencia. Conmocionado por el drama, lo guardó maquinalmente en un bolsillo de su levita y sólo se acordó de él días más tarde. Yukovski conservó muchos años la alhaja a la que Pushkin había dedicado uno de sus poemas y lo llevó consigo cuando emigró a Alemania. Su hijo lo heredó tras su muerte pero en vez de conservarlo hasta el final, como habían hecho sus predecesores, decidió regalárselo al escritor Turguéniev. Éste supo que se trataba de un talismán de su admirado Pushkin, lo que a sus ojos le confería un valor incalculable. El anillo, testigo de las pasiones de Pushkin, acompañó a partir de entonces los amores contrariados de Turguéniev.

Una noche Turguéniev tuvo un sueño que acabó convertido en un relato cuyo protagonista es el anillo de una recién casada, robado por el hombre que la viola. El hijo de ambos, fruto de la violación, encuentra al cabo de los años al ladrón ahogado en una playa, y descubre en su mano el anillo maldito que de esta forma regresa a su propietaria cerrando el círculo. Paulina Viardot, la cantante y amiga de Turguéniev fue la última propietaria conocida del anillo. Ella fue quien lo envió al museo de San Petersburgo que guarda los recuerdos del poeta Pushkin. Según imagina Zúñiga, a ella le resultó excesivo el peso fabuloso del anillo depositado por tantos hombres ilustres que lo habían portado con anterioridad. ‘En su dura materia había entrado, con la sangre de su dueño, la centenaria experiencia rusa de sufrimiento, pasiones y grandeza. Quizá, bajo su influjo, Ivan Turguéniev, que vivió en el extranjero, sobrellevó adversidades típicamente rusas y su vida de nostalgias fue una existencia rusa con sus ternuras y sus frustraciones, sus anhelos y su desprendimiento’.

Años después, un visitante del museo rompió la vitrina y se llevó el talismán perdiéndose su rastro para siempre.

domingo, 4 de octubre de 2009

Sergio Pitol - Jorge Luis Borges



1. Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.
(Sergio Pitol. El arte de la fuga)

2. Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.
(Jorge Luis Borges. Epílogo a sus Obras Completas)
 
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